Homenaje a: JOSE MANUEL AGRAMONTE (epd)
Años de estudio: 1971-1977
Graduación III Aniversario
Por Eduardo Benítez
Cuando supe que existía un sitio web de Vento y luego encontré el de La Lenin, quien primero vino a mi memoria, después de mi ex novia Marta, fue un negro espigado ya para los escasos 12 años que debió tener en La Coronela. En 8vo, en Fontanar, estuve más cerca de él, así como en 9no, en La Lenin, juntos en el Grupo 20 de Secundaria.
El grupito lo integraban, además de Agramonte: Angel Guerrero, Mayito, Carlos Díaz y yo; los más claritos de piel éramos Carlos y yo. Pero José Manuel Agramonte, que era su nombre completo, era muy amigo y andaba mucho con Virginia Cabrera, sobre todo en los autoestudios nocturnos. Compartíamos una gran pasión por el baloncesto y, excepto Carlos, lo practicábamos a cualquier hora y donde fuese: cancha de cemento, tabloncillo del gimnasio de La Lenin; seguíamos con admiración el equipo nacional de Cuba que ganó el bronce olímpico en el basket de Munich ‘72.
Juntos, íbamos hasta la cocina de secundaria, en un extremo de La Lenin, a pedir algo de comer a los cocineros cuando nos apretaba “la brisa”. Agramonte bautizó a uno de ellos, que parecía el jefe, como “Mata Cien”, por una orden que dio este último en presencia nuestra, de matar cien pollos de granja de una vez. En nuestro cuarteto manejábamos una jerga particular, en la cual el jamón era “jazmín del cabo” (ni idea de la etimología). A Agramonte le gustaba jugar con los nombres de la gente, cambiarlos a su antojo: a Guerrero le decía “Jarro”, a Carlos Díaz, “Barlos Days”, yo me mantenía como Miki; él no se cambiaba el suyo, claro.
Recuerdo durante la inauguración de la Lenin, ya de noche, terminado el acto cívico o político, y en la parte cultural, nuestro “corito” se consiguió un palco muy peculiar para ver a “Las Muchachitas”, un grupo de danza rusa integrado por jovencitas soviéticas rubias y atractivas. La vista no daba precisamente al escenario oficial, sino al camerino improvisado en un pasillo, donde se cambiaron las rusitas. O cuando fueron los Van Van a La Lenin, los de nuestro cuarteto parecíamos moscones observándolo todo: Formell con Mirta Medina, la descarga de los instrumentos, buscándole conversación a los músicos y curioseando. No nos perdíamos una!; y Agramonte era algo así como nuestro caudillo, el de las iniciativas.
La primera búsqueda en Alumnos de lalenin.com, de mi curso 71-77, me llevó a su ficha: su nombre y una foto sonriente casi de perfil; nada más. Al indagar por sus datos de contacto, e-mail, etc., supe que ya se había “ido”, de infarto, hace algún tiempo en La Habana. Recordé entonces Fontanar, cuando lo veía practicar basket de noche en las canchas situadas al lado de la de squash, cerca de la piscina y de Rio Cristal. Con Carlos y Ernesto Porrúa, nos sentábamos en un muro de ladrillos, al lado de la escalera que descendía a esas áreas deportivas. Ahora, pienso que es Agramonte quien me mira desde arriba, y de algún modo, sabe que me hubiese gustado tanto encontrarlo, en La Habana o en cualquier parte de este mundo tan pequeño, para decirle: “negro, busquemos al Mayo y el Jarro, y echemos una guerrilla de basket”.
Por Eduardo Benítez
Años de estudio: 1971-1977
Graduación III Aniversario