Cuba se percató de la necesidad de establecer bases sólidas al desarrollo científico desde los primeros años luego del triunfo de la Revolución, y alrededor de 1970, comenzó a atender la preparación de los nuevos líderes académicos desde las más tempranas edades. En cada provincia se crearon Escuelas Vocacionales de Ciencias Exactas. Estos centros profundizaron en la preparación de sus estudiantes en campos como la Matemática, la Física, la Química y la Biología. Durante los años siguientes estas academias, fundamentalmente pre-universitarias, ganaron su propio prestigio gracias a un programa de formación más intensivo que el del resto de las escuelas, a partir de crear determinadas condiciones de vida y estudio a los alumnos y profesores.
Actualmente, la realidad de uno de esos centros, el mítico Instituto Preuniversitario de Ciencias Exactas (IPVCE) “Vladimir Ilich Lenin”, ha cambiado, de una manera un tanto drástica.
Entre las problemáticas está la escasa demanda de ingreso que se aprecia desde la enseñanza secundaria básica. A partir de la reaparición de los “pres en la calle”, menos estudiantes se ven tentados por la vida internada. Esa indiferencia, a la par, ha provocado la disminución de los promedios académicos con que acceden los alumnos y, por tanto, un decrecimiento de la disposición e interés de los estudiantes.
Estas realidades también son perjudiciales para el mantenimiento de un claustro de profesores estable, y de alta calidad. Muchos de sus maestros se han inclinado por el trabajo en los preuniversitarios externos, con más comodidades, en algunos casos incluso mejor salario, si se analizan la cantidad de horas/clase, el hecho de que entre sus deberes están las guardias nocturnas, lo que implica un desgaste mayor, y la responsabilidad que adquieren de cara a la sociedad y a las familias de esos adolescentes que viven más con ellos que en su hogar.
La reducción de matrículas también ha causado el desaprovechamiento y descuido de las instalaciones académicas. De las seis unidades con que cuenta la “Lenin”, solo dos funcionan, con problemas graves para el abasto de agua y el saneamiento, y el resto del espacio se encuentra en avanzado estado de deterioro y desmantelamiento.
Otro factor pernicioso para la correcta marcha de una escuela de tal tipo, ha sido la inestabilidad de las condiciones pre y post ingreso. Por citar un ejemplo, en el curso 2009-2010 se exigió a quienes deseaban estudiar en los IPVCE que debían optar solo por carreras de ciencias exactas al terminar los tres años. Se especificó que la medida se implementaría para poder dividir a los estudiantes en aulas más especializadas y contrarrestar el significativo aumento de egresados de la escuela en carreras de humanidades.
Por esa causa muchos estudiantes desistieron de la idea de ir al IPVCE. Sin embargo, a partir de los cursos siguientes el requisito se excluyó, y la especialización no se desarrolló. Incluso, algunos alumnos que entraron bajo ese régimen académico se beneficiaron con la “flexibilización” e ingresaron en disciplinas universitarias de ciencias sociales.
Este fenómeno se asocia a la débil formación vocacional que están recibiendo los alumnos. Con el paso del tiempo, se han ido reduciendo las iniciativas que contribuían a la especialización de los estudiantes en concordancia con sus intereses individuales, más allá de las acciones con los jóvenes que integran las preselecciones nacionales para las Olimpiadas, que sí llevan un tratamiento diferenciado.
Y esto sucede en la capital, donde tienen sede algunos de los más reconocidos centros científicos de Cuba, donde viven de los más laureados investigadores del patio.
El poco control del autoestudio también debe ser atendido en esta instalación académica. Los estudiantes se ausentan o no emplean el tiempo en lo establecido, sino en variados entretenimientos, a lo que suma la pérdida de aquella práctica de ver cada noche el noticiero, donde los jóvenes podían tener, al menos brevemente, una idea de lo que sucedía en su país y el mundo.
Aunque una mirada a los resultados de las pruebas de ingreso a la Universidad en La Habana devela que quienes estudian en la Lenin aprueban en amplísima mayoría y, como regla, acceden las opciones uno y dos de carreras, hay signos que apuntan a la depresión en la calidad de la enseñanza que reciben los alumnos. Indicador de ello es el notable número de estudiantes que, luego de estar internos durante toda la semana, deben pasar su escaso tiempo libre en repasos particulares.
Las escuelas vocacionales de todo el país cuentan con un merecido prestigio. Y es visible el modo integral en que otros IPVCE del país asumen la preparación de su alumnado. Los resultados de jóvenes de esos preuniversitarios de Las Tunas, Granma o Camagüey están sostenidos por un evidente interés de las autoridades de esas provincias por formar bien a sus recursos humanos.
En la Lenin, sin embargo, esta relevancia es cada día más el recuerdo de épocas pasadas. El presente es desalentador y la duda plausible: ¿estarán debidamente preparados los científicos del futuro?
Fuente: Juventud Técnica
http://www.juventudtecnica.cu/contenido/vocacional-lenin