Gente de la Lenin —>> ANDREI HERNÁNDEZ DUEÑAS
Años de Estudio: 1991-1994
Graduación XX Aniversario
Estudios Realizados:
2000. Ingeniería Civil, Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarria (ISPJAE).
Profesión Actual:
Especialista Principal, Grupo Parques, Plazas, Fuentes y Monumentos, Subdirección de Mantenimiento Constructivo. Dirección General Administrativa, Oficina del Historiador. Imitador de sonidos musicales, integrante del Proyecto Misión Imposible.
Una experiencia inolvidable
(Dedicado a Hanzel, amigo querido que ya no estás físicamente, pero que permaneces por siempre en nuestros corazones)
La Lenin: tan solo mencionar esas palabras y es como si todo se arreglara y vienen a mi mente imágenes de días felices, anécdotas inenarrables y hazañas casi comparables con la de los héroes de la mitología griega.
Entro a esta escuela casi por casualidad, pues por falta de información en mi escuela secundaria, que era de deportes, solamente conocía que era el lugar de ¨los tacos¨. Como era uno de los primeros en el escalafón y tenía muy buenas calificaciones, me aconsejaron estudiar para las pruebas de ingreso, y gracias a las orientaciones y buenas enseñanzas de mis profesores, tuve la gran oportunidad de ingresar a este templo de la sabiduría y la amistad, a quien le debo casi todo lo que soy, sobre todo en el plano humano y también en el académico, pues sembró en mí los buenos hábitos de estudio y de no cejar nunca en nuestros empeños más anhelados, aunque para algunos parecieran quimeras.
Siempre recuerdo ese primer día, en la entrada cuando muchos me preguntaron hacia qué unidad me dirigía, pero como ya había visitado la escuela y la había recorrido durante la matrícula, pude llegar sin tropiezos a mi albergue: el B-2 y no sufrí como otros compañeros míos, que alrededor de las 10:00 p.m., fue que pudieron dar con su cama, producto de las bromas de los que te mandaban para la unidad 5 o la 6, o inclusive para el terreno de fútbol.
Después de este día, 30 agosto de 1991, comencé una carrera contra reloj, para aprender todo lo que se pudiera aprender, conocer a todos lo que pude conocer y aprovechar al máximo todas las oportunidades que ofrecía un lugar tan maravilloso como este. Por eso, al llegar el año 1994, parecía que nos faltaban muchísimas cosas por seguir aprendiendo, pero el dios Cronos nos ponía la pausa, fue en ese momento que miramos atrás y pensamos en todo el tiempo que habíamos perdido en hacer maldades o en escaparnos para Las Guásimas a buscar ron, esconderle los libros a las muchachitas más pesadas del grupo, las oncenas que nos quedamos sin pase por no limpiar el albergue, los viajes por los sótanos cargados de racimos de plátanos para hervirlos y comérnoslos en el cuarto por la noche, las misiones suicidas hacia el patio del comedor en busca de toronjas o mandarinas para calmar el hambre, entre otras cosas, que prefiero dejar en el tintero.
Del Anfiteatro Natural guardo imágenes increíbles, aquella multitud que me chiflaba y me decía que me bajara de allí, pero cuando escuchó las primeras imitaciones de instrumentos musicales con mi propia voz, aplaudió sin parar y pidió que siguiera actuando, así como el reconocimiento en los pasillos y las múltiples muestras de apoyo y amistad en todas las unidades a lo largo de la escuela, que me abrió el camino entre las futuras noviecitas.
No puedo olvidar tampoco las famosas ¨congas¨ una de las cuales provocó la expulsión de muchos amigos míos, que tuvieron que marchar hacia otros preuniversitarios en plena preparación para las pruebas de ingreso a la universidad. De esa escapé gracias a la fogosidad de una de mis novias, quien me mantuvo cautivo y ocupado en la cama toda la noche.
De los profesores recuerdo con gran alegría y nostalgia a Juan Candela y Bernardo: emblemáticos caballeros defensores de la Lengua Española, Calderón: todo un coloso en la Física, hombre de carácter fuerte y excelente amigo, Francisco: genio en la Física y con dotes de trovador y cantante, Gabriel: extraordinario matemático y educador como pocos, Mercedes: un látigo, pero con cascabeles en la punta, gracias a su actitud pude enfrentar los rigores de la Química, asignatura que nunca me fue fácil , Giraldo (más conocido por el Yiri): profesor de Preparación Militar (PMI) hombre como pocos, con gran capacidad para hacernos llegar hasta lo más profundo de nuestras almas y el Ñaca: muy gruñón, pero siempre con un consejo que nos serviría para toda la vida. Hay muchos más en la lista, pero los que mencioné dejaron una huella profunda en mi formación y actualmente mantengo contacto con varios.
En el tema de la amistad, la fraternidad, tengo mucho que decir. Han pasado ya quince años desde que dejé atrás esas aulas, esos terrenos de pelota, fútbol, atletismo, los apagones de los miércoles, que garantizaban tu estancia nocturna en los albergues de las féminas, los autoestudios, las pruebas de matemática para luchar el 101, en fin, todo aquello que cambió mi existencia por completo, y no me resigno a tener que revivirlos mirando viejas fotos que ya se ponen amarillas o al encontrarme por la calle con algunos de los pocos que quedamos de mi generación en el país. Por este medio mando un abrazo infinito a todos mis hermanos del B-2 y de todas la unidades (desde la 1 a la 6), donde quiera que se encuentren y que sepan que esas oncenas que vivimos durante tres años en la Lenin se quedaron grabadas para siempre en mi mente y ocupan un lugar sagrado en mi corazón.
En la Lenin conocí las mentes más originales y a los amigos más incondicionales, así como a las muchachas más bonitas, bailé en las ruedas de casino más alborotadoras que he presenciado, conocí de miserias humanas, que fueron superadas por grandezas y aprendí a valorar al hombre por su capacidad y valores y no por lo que lleva puesto encima, si no por lo que es capaz de decir y hacer.
Ojalá resurjas de tus cenizas y sigas siendo por siempre, la Lenin de todos tus egresados, que siempre te querrán y recordarán con amor y pasión.