Curso 1986-1989
Años de estudio: 1986-1989
Graduación XV Aniversario
Estudios realizados:
1994. Ingeniería Mecánica, Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarria (ISPJAE)
Profesión Actual:
Subgerente Comercial, CC: Galerías Paseo, Corporación Cubalse.
“Intimidad Colectiva”
Nunca había estado becada, la nostalgia de los primeros días tuvo que convertirse en independencia, el compartir aquella intimidad colectiva.
Siempre quise estudiar en La Lenin, era lo máximo en la enseñanza media por lo que me preparé a conciencia, participando en Concursos y en las casas de estudio. De los 15 estudiantes que optaban por la Lenin en mi municipio, Cotorro, estuve entre los primeros escalafones en alcanzarla.
Provengo de una familia muy humilde, vivía en una finca en el campo, por el cotorro, mi madre ama de casa y mi padre chofer, ambos siempre me alentaron mis ansias de superación, un poco por lograr lo que ellos no pudieron.
Siempre me gustaron los retos pues te obligan a esforzarte para lograr tu objetivo.
En nuestros años existían varias alternativas para los que salían de la secundaria: el pre en la calle, los Camilitos, pero entrar en La Lenín era la mayor aspiración de la gran mayoría de los estudiantes, que deseaban coger una buena carrera universitaria y ser un profesional.
Mis años de Lenin fueron de oro, en lo que a condiciones de vida se refiere: comidas exquisitas, yogurt, helados, pollo, menú opcional, las meriendas (con matazón incluida), el comedor escuela.
Era un orgullo vestir el uniforme de la escuela, las medias bien altas, el monograma y la corbata que nos distinguían del resto de estudiantes de la enseñanza media……
Lo que más me impresionó:
-El primer día, más que la enormidad del centro, sus innumerables albergues, pasillos y plazas, lo que más me gustó fue el que existiera tanta área verde, con árboles, plantas, jardines, y la limpieza del entorno; nacida y criada en el Cotorro los paisajes naturales siempre me han rodeado y son esenciales para mí.
-De las instalaciones deportivas me encantaron el gimnasio con el tabloncillo y las piscinas.
-La preparación de los profesores, el nivel docente, la metodología de enseñanza, los intensivos, etc., eran totalmente diferentes a lo acostumbrado hasta ese momento, te obligaban a salirte de la mediocridad, y me llamaba la atención los alumnos que se graduaban en la escuela y volvían a ella de maestros, un alto sentido de pertenencia.
-A pesar de ser un preuniversitario dedicado a las Ciencias Exactas no descuidaban la preparación integral del alumno, con turno específicos de apreciación musical, talleres literarios, cursos de cine, proyecciones de películas en el cine, a lo que se sumaba el amplio movimiento cultural de la escuela que se podía apreciar a diario, independientemente de los famosos e inolvidables Chequeos de Emulación.
-La atención en el hospital era excelente, con las medicinas necesarias y las condiciones imprescindibles por si alguien necesitaba ser hospitalizado; también hay que mencionar el trabajo del área de estomatología.
Al entrar en el primer año de la escuela, como IPVCE, se nos dieron a escoger varias especialidad, yo escogí Matemática en la que me destacaba en la secundaria. Caí en un grupo de Centro Habana, en la unidad 3, pero como siempre he sido muy sociable, participando en las distintas actividades políticas y culturales de la secundaria no tuve problemas con relacionarme con personas totalmente extrañas para mí, me decían la Gallega por hablar con la zeta.
Deporte: Desde niña me han fascinado siempre las actividades deportivas, tanto como manera de ejercitar el cuerpo como para descargar el estrés producto de la carga docente; fui entonces capitana del equipo de baloncesto, participaba en tablas gimnásticas y toda competencia que se diera en la escuela; también el equipo de la Unidad competía contra el resto de los grados y preuniversitarios urbanos, resultando ganadores la mayoría de las veces, inclusive llegamos a topar con un equipo de voleibol soviético que visitó la escuela.
Relaciones personales:
Mi amistad con los compañeros de curso y de la Lenin, en especial con los profesores Gladys Cossío (Química); Zabaté (Educación Física), es una de las cosas que nunca olvido de la Lenin.
En las clases de Literatura no sólo estudiábamos obras de teatro sino que también las escenificábamos: Papa Goriot, La casa de Bernarda Alba, etc.
El primer amor:
Tenía mi novio, mi primer amor, fuera de la escuela, en la calle, supliendo la distancia mediante cartas, llamadas telefónicas, postales, salidas el fin de semana. Con los compañeros del grupo compartía salidas al cine, teatro y otras los fines de semana, íbamos a campismos.
Recuerdos, de días inolvidables:
Madelín Morales Barrié es hoy una de mis mejores amigas, a pesar de que hace rato no nos vemos, pero nuestro primer encuentro fue todo un encontronazo: a ella, temperamental como es, no le gustó el empujón que sin querer le di al montar en la guagua el primer día de nuestra entrada en la escuela; la cosa llegó a mayores pues a la noche parece que todavía le quedaban cosquillas y discutimos, algo que nos unió más.En otra ocasión, el día de su cumpleaños, al llamarla el profesor de Español a la pizarra para escribir una oración donde utilizase la palabra ¨pero¨, Madelín escribió: “Hoy es mi cumpleaños, pero nadie se ha acordado”; después se quedó de espaldas y comenzó a llorar, te puedes imaginar lo que siguió: llanto colectivo y abrazos. Esta experiencia inolvidable me marcó mucho, me enseñó ha tener tacto con las personas, a preocuparme por mis semejantes y a no prometer en vano, ya que le habíamos dicho que no se nos iba a olvidar.
Otro día inolvidable fue cuando el profesor de Literatura -no recuerdo su nombre, era pelirrojo, nos preguntó como podía satisfacer un deseo nuestro y los 25 alumnos del grupo, sin tomar muy en serio su ofrecimiento, le pedimos pizza. Mucho tiempo después, cuando ya nadie se acordaba, nos compró una pizza (y calentica!!!) para cada uno; con algo tan sencillo nos sentimos tan felices, recuerdo que fue una tarde, entre semana, y marcó la diferencia, todos degustamos en silencio, una sabrosa pizza de 1.20 -¿te acuerdas?-.
Reflexión personal:
Sin La Lenín, no sería quien soy, ayudó a formar mi personalidad, me dio los criterios para valorar mis propias fuerzas, valor para afrontar la vida.
La Lenín me enseño a ser organizada y tratar de realizar mi trabajo de manera eficiente, planificando los horarios y las actividades.
Enseñanzas:
La más importante fue a nunca dejar de tratar a las personas a pesar de sus apariencias, a siempre buscar y ayudar al ser humano que somos todos, independientemente de sus creencias y posición social, esto podía explicarse por el espíritu propio de la época que me toco vivir, todos éramos iguales.
Cuando sentí muchas ganas de llorar, por no contar con la familia, los amigos de La Lenín me brindaron su apoyo y cariño, incondicional y desinteresado, sabiendo que también podrían contar conmigo de la misma manera.
Hoy los valores han cambiado lamentablemente en muchos centros de enseñanza, a diferencia de los que primaban en mi tiempo, pero el sentido de pertenencia, la visión global de la vida y sus problemas, el vital y riquísimo intercambio que día a día se establecía entre todos, el disfrutar cada cosa que hacíamos, la conciencia tranquila, ser tu principal crítico, preferir el camino largo y difícil, que te enseña mucho más de la vida que la visión simplista y cómoda de la misma, todas esas son las lecciones que la Lenin dejo en mí y una intimidad compartida que nos hacía una gran familia, donde todos aprendiamos de todos.
Por siempre la Lenin,
Hallamarys