Gente de la Lenin —>> ERNESTO ZAYAS
Profesor de Matemática entre los años 2007-2010
Director de Unidad Docente
Ya había estado allí antes. Responsabilidades y tareas me llevaron a conocerla; incluso, en la mayoría de ellas estuve de coche y hasta probé en más de una ocasión sus camas y literas. Me hizo recordar mi etapa del preuniversitario, para mí la época más añorada de lo vivido.
No recuerdo haber tropezado en esas ocasiones con el grueso de estudiantes que “cabían” en aquella impresionante escuela.
Todos (no solo los citadinos) tienen que ver con la “Lenin”, de una forma u otra y es que aún pese al tiempo que vivimos, y a las generaciones y sociedad actual sigue siendo emblemática, no creo que cambie nunca ese encargo de símbolo y esa majestuosidad que no pierde desde su fundación por Fidel.
Llegué en abril de 2007, se había terminado el Congreso de la FEU y la acertada idea de la vinculación me ubicaron allí (unidad 5). Aún me perdía a la semana, quien no la conoce bien tiende a decir que es un laberinto.
Pasaban los días y las responsabilidades llovían. Conocí a un grupo de jóvenes igual que todos los demás, pero se distinguían por tener la mayoría, la idea de obtener una carrera y hacerse universitarios, ya sea por el impulso de papá y mamá o la dedicación al estudio.
Los cuatro primeros meses fueron el inicio de una escuela para mí que hace que todos los días me acuerde de ella, de su estructura y de su gente (los que están y los que no, al menos físicamente).
En septiembre de este año conocí a un claustro y un colectivo estudiantil, que puedo considerar, pese a lejanías y graduaciónformamos parte (y creo que seremos siempre) de una gran familia.
En la “Lenin” se conoce la Capital, se aprende a convivir con las luchas de gente con vicios, del trabajo cotidiano, las 24 horas, se aprende a discernir a cada quien. Es que ella en sí misma tiene la oportunidad de agruparte a las personas, desde el que dirige hasta el alumno o profesor que pretende pasar desapercibido por entre los demás.
El sabor que deja ella, (no sé si por malo o bueno, solo sé que lo deja) es único aunque solo hayas estado por allí tres días, una semana o un mes.
Sus pasillos, por donde pasó Fidel, su tabloncillo donde jugó Fidel la hacen campear con respeto.
El frío del invierno o el calor del verano son temas que inspiran a una conversación o forman parte de la composición de una canción.
En tres años y unos meses la “Lenin” se quedó en mi corazón, recordarla me da fuerzas, pasar cerca de ella o simplemente conversar sobre esta me hace vivir momentos que creo solo se viven allí, que solo pasan allí, que creo son irrepetibles, ¿imagínense entonces a los que entran con 15 años, llegan sin bigote y salen afeitándose todos los días para que la barba no crezca y están además en la edad de formación? Solo los que allí están o estuvieron pueden describir lo que se siente, las huellas que quedan en uno y la preparación que como persona, como individuo te deja.
Conozco adultos que por su cotidianeidad prefieren no estar allí, pero estos también se van con huellas de ese centro y los conozco también que han preferido nacer, crecer y morir en ella, cuidando cada pedacito hasta el último aliento.
Conozco otros que orgullosos dicen que estudiaron y preferirían la oportunidad de volver a pasar por allí, fuesen de cualquier graduación. El caso es que está presente y ha tenido que ver con todos de alguna manera. Sin embargo conocí a quien estudió y se hizo maestro desde la “Lenin” y para la “Lenin” y con el ánimo de niño que pierde su juguete más querido, tuvo que salir por enfermedad u otros problemas de esos que van entrando en nuestras vidas cuando nos hacemos menos jóvenes, y se despidió de todos con una sonrisa en los labios, pero con ojos acompañados de su voz diciendo: “aquí dejo gran parte de mi vida”.
Sé que pertenezco también a esta FAMILIA que añora un momento en aquel coloso azul y dice junto a aquella canción que estremece a aquel lugar y a cualquiera de los que la conocen bien donde quiera que estén: “Mi Lenin sigue aquí”.