Gente de la Lenin —>> FELIPE ABREU MÁRQUEZ
Años de estudio: 1996-1999, grupo 5 unidad 3
Graduación XXV Aniversario
Estudios realizados:
Doctor en Medicina, Especialidad de Medicina general integral, Máster en Urgencias Médicas para la Atención Primaria de Salud, Diplomado en VIH-SIDA, Diplomado en Urgencias Médico Quirúrgicas, Diplomado en Medicina Tradicional China.
Estudios en curso:
Residencia de Bioquímica Clínica
Profesión actual:
Médico residente de Bioquímica Clínica en el Instituto de Ciencias Básicas y Preclínicas “Victoria de Girón”
Escribir de la Lenin doce años después de haber salido de allá es un encuentro de vivencias agridulces. Hubo momentos de mucha alegría y de mucho dolor en esos años.
Allí nacieron mis mejores amistades, me formé como ser humano, aprendí valores, crecí ante las adversidades, maduré a fuerza de golpes, realicé muchas de mis primeras cosas. La Lenin que recuerdo ahora no tiene tristezas, fue una gran Escuela en todo sentido.
Recuerdo mi albergue, el k-9 adonde no llegaba el agua y había que salir a bañarse al k-7 o al I-6 y desfilar por los pasillos envueltos en una toalla, rumbo a, y desde el baño. Había que bañarse rápido, so pena de que se fuera el agua y te quedaras “encartonado”. Recuerdo cuando llovía y nos deslizábamos haciendo surf por el aéreo hasta que alguien tuvo la infortunada idea de poner los dientes antes que los brazos en una caída y bueno a partir de ahí prohibieron el surf-aéreo.
Otra cosa, también aprendí a bailar casino con el paso característico de la Lenin, de lado. En mi grupo bailábamos mucho y a veces se hacían ruedas grandes de 30 parejas o más que bailaban en todo el pasillo que nos tocaba del docente, eso fue hasta que la profesora de matemáticas nos puso un problema en una de las pruebas de una rueda de casino que nos dejó locos y bota´os. Luego del shock y los suspensos paramos un rato pero después seguimos bailando, sin música, al compás de nosotros mismos.
Recuerdo el monograma de la escuela, de un rojo tan intenso que hasta en la oscuridad se veía, mientras la moda era usar camisas gastadas, transparentes, monogramas naranjas y las botas brillantes como espejos. La comida, el elastipollo, los pedazos de jamón los jueves, las tías con Parkinson que servían el arroz, la constante Pi definió además del consabido número al arroz, chícharo y boniato cotidiano. Los días de poda de los árboles y matojos que rodeaban el comedor misteriosamente había yerbas en la sopa…
En la Escuela me relacioné con mucha gente, luego de tres años en una unidad conocías a casi todos al menos de vista, eso sin contar con los que conocías de otros años. Mucha de esa gente fula (desagradable) y maravillosa no la he vuelto a ver en años hasta hace muy poco gracias a la maravilla del internet. Muchos de ellos están fuera del país, sobre todo los de mi graduación… indiscutiblemente tenemos una fuerte vocación internacionalista.
En la Lenin aprendí cosas que me han acompañado y lo harán el resto de mi vida, creo que a casi todos nos pasó lo mismo. Es muy lindo re-encontrar compañeros de aquella época y aún los que no fueron nunca compañeros de estudios, sin importar las edades al decir “yo fui-soy-seré de la Lenin” es como si te abrieran las puertas al Universo de aventuras y complicidades que encierran los muros de la Escuela.
Algo muy importante y que me ha sido muy útil en mi vida profesional es que aprendí a estudiar al duro, sin fraudes. Aprendí a tratar a los demás sin dobleces ni medias tintas, aprendí que lo que queda en el pasado no se puede cambiar y ahí se queda para siempre.
Me gustaría regresar un día, volver a pasar por sus pasillos, saludar a mis profesores de siempre, esos que me enseñaron cosas que se olvidan (matemáticas, física, “canta odiosa, la gloria del pélida de Aquiles” que hizo poner el grito en el cielo a la profe de Español) pero que también me enseñaron con su ejemplo y sensibilidad como ser mejor ser humano, los que despertaron vocaciones, los que me dieron ánimos cuando el universo parecía desplomarse.
Nadie puede ser el mismo después de haber pasado la Lenin. Si al salir de sus muros, o mejor, de la carretera de circunvalación, si no sales un poco loco, con una nueva forma de ver la vida y con huellas en el alma de tres años que no volverán entonces, no has aprendido nada, ni has pasado La Lenin.