Gente de la Lenin —>> IRÁN MOREJÓN QUINTANA
Años de estudio: 2000-2003
Graduación XXIX Aniversario
Estudios realizados: Licenciatura en Turismo.
Profesión actual: Especialista en Comunicación y RRPP Sucursal Caracol Especializada
Una familia es el útero donde se forja el futuro. Una cobija espiritual que resguarda los valores y los mejores principios humanistas que han de acompañarnos por ese sendero angosto y empedrado de momentos sombríos, moderados o espectaculares que es la vida. Las hay consanguíneas, cimentadas en sus caudales pecuniarios, sustentadas en lazos de conveniencia social y también las hay prolíficas en uniones afectivas, La Lenin pertenece a esta última clase.
La Lenin, nombre mucho más simple y cálido que el poco empalagoso concepto de IPVCE, con su artículo para definir su carácter único e irrepetible, su perenne sitial en la memoria colectiva de aquellos que por suerte la habitaron, la vivieron, la sufrieron y la privatizaron en su corazón. Paradójico emplear el término “privado” para referirse a un pretendido símbolo de aquel hombre irreprensible que se entregó con todas las fuerzas vitales de su alma en la sangrienta lucha contra la ominosa propiedad privada. En el caso que nos ocupa la esencia “privada” de esta beata apropiación merece una aproximación mucha más amorosa, cándida, tierna; se trata de la forma en que cada individuo personaliza los recuerdos que ella evoca.
El pueblo más joven del mundo vive allí. Un pueblo chiquito, con un infierno menos vasto. Tres mil personas aprendiendo a vivir, creciendo impulsivamente física y psíquicamente, enarbolando una moral dúctil propia de las generaciones inexpertas, practicando un amor escandaloso por su sinceridad y defendiendo a ultranza las ideas en que creen. Padeciendo las consecuencias de un alejamiento consensuado del entorno parental, donde todo se nos daba de manera fácil, o quizás menos difícil, con el inconmovible objetivo de conquistar una carrera universitaria.
Los primeros contactos, tímidos cuando no se conoce a casi nadie, marcados por el descubrimiento de otras formas de vida, otras formas de comer, de peinar, de bañar, de dormir y hasta de roncar. Revolcados en un albergue de adolescentes, en una sala de clases disciplinada ante la presencia del profe y explayada en su ausencia. Compartiendo una cena satisfactoria para las hembras y exigua para los varones que siempre terminan yendo al “doble”.
Las jornadas interminables (¡Ah… ojalá fuesen verdaderamente infinitas!) en las que se amanece con un hambre de tres pares de c… por el insoportable sonido del DE PIEEEE; el remoloneo entre sábanas que se preocuparán por permanecer estiraditas para evitar el reporte; una gimnasia matutina de mentirilla para cumplir con las normas; el desayuno imperceptible para los estómagos exigentes; el matutino patriótico con el muchacho que canta mal y la chamaca que declama bien; la estampida de saberes atiborrándose en los sesos; los enrevesados cálculos matemáticos; el reblandecido discurso sobre la hermética prosa de Kafka (todavía quiero que alguien me explique que belleza pueda significar esa puercada de transformar un hombre en cucaracha), las inaccesibles lecciones de física (con su famosa teoría de la relatividad que solo un hombre aquejado de semi-esquizofrenia como Einstein pudo haber concebido); la biología materialista con su teoría del génesis que nunca fue aceptada por los de convicción religiosa; la intromisión en el complejo mundo de micro-estructuras en los laboratorios químicos; las machacadas clases sobre la historia nacional; las insoportables marchas de la preparación militar (¿y para que tantas clases de guerra si a fin de cuentas somos gente de paz?); la sudorosa hora de la educación física (donde las hembras aprovechan para vacilar a los tipos que están buenos y los varones compiten con sus ojos para seleccionar a las jevitas más tetonas y/o culonas, si se combinan los dos elementos mucho mejor); y las labores en el campo aguantables sobre todo por la oportunidad de robarle las naranjas al Pirata.
El Pirata, un personaje que quizás muchos no recuerden o que quizás sea recordado con su nombre original, para nosotros siempre será El Pirata, en verdad solo le faltaba el ojo tuerto, o quizás haya sido rebautizado con otro nombre más jocoso. Así se descubre otro elemento que nos recuerda La Lenin: sus personajes. Para ser un personaje solo bastaba ser distinto. Lindo, feo, bizco, cojo, rubio, negro, pichicorto, jevoso o profesor pesado. Cada quién recuerda los que lo acompañaron y que por la mofa juvenil serían inmortalizados. En mis memorias se imbrican El Guizo, El Rami, El Pichi, La Ornitorrinca, La Casco, El Bemba, La Poni, Cara ´e crimen, El Gordo, El Bebo, La Peggy, Tetis, La Pelúa, Tragantadas, El Alien, La Bibijagua, El Aerodinámico, La Cara de Camella, El Zanahoria, La Obélix, La Flecha, y por supuesto… LOFI. La exégesis de cada apodo queda en manos de ustedes.
Si todos los teóricos del marxismo echaran una ojeada a la vida en un cubículo se darían cuenta de que es el socialismo en verdad. El espacio íntimo donde se comparte todo: el peine, el jabón, el desodorante, el papel sanitario, las tostadas, la mayonesa, el fanguito, la barra de guayaba, las galletas (incluso la boronilla cuando ya es jueves por la noche), el condón, la peste a pata, los peos, el agua del cubo, el calentador eléctrico, los ejercicios para ponerse bueno, las broncas… todo es un convite. Y el convite se agita con desesperación si llega el día de la recre. Todos vistiendo la muda de uniforme limpia, con el monograma desteñido para aparentar ser uno de los viejos. Las cerdas del cepillo lustrando frenéticamente los zapatos…
La recre es el espacio para los atrevidos y los lindos, no hay cabida para los feos a menos que sepan bailar casino. El momento para destartalarse bailando y apretando. En la recre fumar no es un vicio sino un símbolo de rebeldía. Y Las chicas mirando con descarados remilgos para garantizarse un novio que las acompañe al albergue y les cargue el cubo de agua para bañarse. Una fiesta que los rockeros sectarios realizan aparte para no contaminar sus oídos con el reguetón, y que los cristianos aprovechan para rezar a su dios. Una fiesta en la que el más disciplinado se gana un consejo educativo por andar con la camisa por fuera (como si las leyes de Newton no se hubiesen encargado ya de demostrar que es imposible evitar que salga la camisa entre tanto jaleo). Una celebración a la que algunos renuncian placenteramente para celebrar en privado el amor de adolescentes. Un amor apurado, improvisado, carente de mañas afrodisíacas pero infinitamente redentor. Si de amores hubo historias la más impactante es inobjetablemente la de la profesora de español que fuera importunada por el grupo de muchachos que acudieron a la cátedra a pedirle el video y la sorprendieron en un mazacoteo con su alumna predilecta. La escuela cuenta con un renombrado lupanar: “la loma del cake” donde murieron muchas niñas y renacieron tantas mujeres como el ave fénix renace de sus cenizas.
La Lenin tiene un edificio para los profesores, donde María de los Demonios vendía el bocadito de helado a cinco pesos. ¡Una maestra vendiendo bocaditos sin licencia a sus propios alumnos! La Lenin también se precia de su torneo de pelota manigüero con partidos oficiales, en los que Raimil, el cuarto bate del grupo 39, nunca pudo pegar un hit. ¡Qué manguero!
La Lenin es la escuela donde los estudiantes no soplan, sino que confrontan las respuestas de los exámenes golpeando con la punta del lápiz en la mesa si es verdadero y con la punta de goma si es falso, código ultrasecreto que ahora cometo la imprudencia de revelar. Allí aprendí a hacer volteretas con el lápiz para matar el tiempo durante la aburridísima mesa redonda.
La Lenin sobrevivirá el calentamiento global con sus apocalípticas temperaturas tórridas. La Lenin seguirá siendo el polo norte de La Habana; el trópico ártico donde te congelas cuando te toca la guardia de enero en el bloque docente; el desierto boreal donde los vientos helados luego de despellejar los labios y encenizar los codos penetran impunemente por las hendijas del “bolchevique” y te pasman el desarrollo. En los inviernos de La Lenin, aquellos que tienen pasmado el desarrollo se avergüenzan de encogimiento cuando les toca la hora del baño, mientras que los menos higiénicos justifican su reticencia con la manida frase “Hoy no me toca”. El que conozca el frío de La Lenin los absolverá con un guiño de complicidad. Los baños lucían esas cascadas filtrantes en las paredes que escondían a los vejigos que practicaban una guerra a cubetazos de agua fría exponiendo sin malicia sus partes pudendas.
Todo el mundo daba chucho. Hasta Pino que era cristiano le dijo un día en plena clase de biología al más desfavorecido por la providencia que si el tamaño del pene era equivalente a la dimensión del pie, entonces el 7 y medio le quedaba grande. ¡Y eso que era cristiano!
En La Lenin se usaba la pasta perla para maquillar a los dormilones y once upon a time unos muchachos atrevidos se atrevieron a decirle al nieto del Comandante que se lavara los dientes con Colgate para aplacar al Amo Dragón. Sí, porque en La Lenin lo mismo te encuentras a un hijo de obreros y campesinos que a un descendiente de una de las familias insulares más excelsas, aunque tenga peste a boca.
En el comedor de La Lenin a la harina de maíz se le llama pienso hervido y a la proteína vegetal se le conoce como diarrea en salsa. Donde te sirven la ensalada de lechugas con una guarnición de caracoles, y no precisamente los exquisitos escargots de la cuisine française.
Las escapadas de La Lenin tienen tres destinos a saber: El Vaquerito, los picnic en la laguna de oxidación y las parrandas en Expocuba en las que nos subíamos a la montaña rusa, la vieja, la que parecía una chibichana, que un día le sacó los aparatos dentales al Ricky cuando se despetroncaba en una curva.
La Lenin es el sitio donde todos leen los mismos libros porque se los van prestando unos a otros; el aula donde los jóvenes estudian por auto-convencimiento y no por obligación; la casa donde a las nueve se escucha el eco de la novela y se posponen las clases con la venia del claustro para ver los partidos del mundial de fútbol; la escuela que define el campeón de la emulación en una competencia de espectáculos danzarios. Y ahora recuerdo a la desmedrada muchacha que comenzó a cantar “América” y los cielos para castigarla por su desentonada voz descargaron un torrencial de agua (no es jodedera, llovió de verdad). Y cuando la saya de otra pobre chiquilla casi coge peste a sobaco mientras ella se empeñaba en recitar ¡Abran la muralla! y un coro multitudinario replicaba ¡Bájate la saya!
Yo pertenecí a la unidad 1 de la graduación veintinueve, que nunca ganó el chequeo de emulación (¡qué desastre!) pero que estuvo integrada por las personas que algún día quise sinceramente, sin melindres… y que conste que aún los quiero.
Cuando me veo y toco, cuando pienso en mis excolegas, hoy ingenieros, doctores, abogados, económicos, profesores, y el que no entró en la universidad es buen padre, buen hijo, porque todos fuimos buenos y seremos mejores, me pregunto si las chiquilladas no resultan hoy perdonables, si el chucho no resulta plausible, si las indisciplinas no fueron minúsculas en contraposición a la conmovedora grandeza espiritual de los hombres y mujeres que somos hoy.
La Lenin es la segunda universidad de La Habana; el premio más esperado en la secundaria; la patria de los hermanos postizos, esos hermanos que se van conociendo y recogiendo por el camino; y tal vez para muchos, los más afortunados, el pedazo más feliz de nuestra vida.
La Lenin es La Lenin y sin Lenin no hay… yo.