Susana María García Rivero

Susana María García Rivero

Años de estudio: 1972-1978
Graduación IV Aniversario

Estudios realizados: Lengua Rusa y Literatura. URSS
Profesión actual: Profesor auxiliar de idioma japonés, Facultad de Lenguas Extranjeras, Universidad de la Habana

Es increíble la cantidad de cosas que me pasan por la mente antes de sentarme a escribir. Las ordeno, les doy forma, las pongo a punto y… a la hora de llevarlas al papel no recuerdo ni “ostias” de lo que pasó por mi mente. ¿Serán los años?

Por supuesto que no. La ventaja de tener una familia de “Leninistas” (entiéndase graduados de la Lenin) es que muchas veces las conversaciones giran sobre los años de escuela y el conocimiento de fondo común es muy amplio. En esta casa tenemos 3 graduados de la Lenin. Mi hija Mara Rocamora García, mi esposo Ernesto Rocamora Alvarez y yo, Susana María García Rivero. Además, mi hermana Mara Idelse García Rivero, quien desde el año 1989 vive en Managua, Nicaragua, entró en 10mo grado e inmediatamente se incorporó al Destacamento Pedagógico “Manuel Ascunce Domenech” como profesora de Matemáticas, profesión que hasta el día de hoy mantiene y le garantiza el pan de cada día. Para completar el cuadro, mi hija más pequeña, Susana, estudió la especialidad de instructor de arte 1ra graduación y pasó su primer curso en la Lenin, mientras ponían a punto la Escuela de Instructores de Arte de Boyeros.

Cuando Ernesto y yo hablamos de la piscina de secundaria, o del comedor de Pre, hay algo de confusión. Cuando Mara habla de la unidad 1 ó 2 ó 3, entonces no nos entendemos mucho. Pero es solo cuestión de nomenclatura.

Cuando pienso en ¿de qué manera pudo influir la Lenin en mi formación?, ¿qué huellas ha dejado en mí? realmente la respuesta no llega muy rápido. Y el asunto está en que no es algo que puedas enmarcar dentro de un “Programa para la formación…”, “Sistema de….”, es algo que estaba en el día a día, en el magnífico claustro de profesores, en su influencia, en su ejemplo, en las condiciones de la escuela que nos hacía sentir niños felices. Quizás muchas de ellos no tenían ni remotamente las mínimas condiciones en su casa, pero en la escuela, sobre todo en aquella época, todos éramos estudiantes, unos con mayor coeficiente de inteligencia que otros y claro, algunos más “iguales” que otros, pero el ser la mejor escuela de aquella época, hacia que “todos” quisieran que sus hijos estudiaran ahí.

Un profesor que no pocos estudiantes de nuestra época recuerdan es Guerrero. Cuando estaba en 7mo grado en la Escuela Vocacional de Vento, en la Coronela, el área formación era la inmensa área deportiva que estaba en el patio trasero de la escuela. Cuando alguien divisaba que Guerrero se acercaba al montículo del área de formación, corría la voz e inmediatamente todos los estudiantes dejábamos lo estábamos haciendo y rápidamente nos dirigíamos a nuestro lugar. Con el corretaje de todos se alzaba una nube de polvo tremenda, pero lo más impresionante de todo es que cuando esa nube de polvo desaparecía, había una formación perfecta y Guerrero aún no había dado la orden de “¡A FORMAR!”. Pero eso no es lo que quiero hablar de él. Guerrero era además, profesor de Educación Laboral, mi profesor de Educación Laboral. Recuerdo que las aulas de Educación Laboral estaban en la planta baja de los albergues F y G, si mal no recuerdo. Ahí hice mi primer remache, corté metal, fundí plomo, hice espumaderas, bases para máquinas de afeitar torneadas, armé mis primeros circuitos eléctricos, y todo eso por mi misma, en las clases de Educación Laboral. Recuerdo a Guerrero regañándonos por acercarnos al torno sin tomar precauciones, elogiándonos por lo bien que nos quedó el molde para la fundición, socorriendo al que se remachó el dedo y todo con aquella voz tan potente, que no dejaba de impresionar, pero de otra forma diferente.

Saber que puedes hacer muchas cosas por ti misma, aunque más nunca en tu vida montes un circuito eléctrico o utilices un torno, te ayuda mucho a ser independiente. Aquella espumadera que hice en las clases la traje de trofeo para mi casa y mi mamá, condescendientemente, la estuvo usando mientras tuvo vida útil. Rocamora, mi esposo, llegó a pintar el torno en la primera hoja de la libreta de E. Laboral. Es increíble como puede impresionar a un adolescente tener tan cerca la realidad.

Otro profesor que dejó una gran huella en mi vida, fue mi profesor de Español de 8vo grado (1973-1974). No recuerdo su nombre. Era robusto, pelirrojo y de piel muy blanca, tan blanca que las palmas de las manos se ponían más rojas que su pelo. Pienso que fui privilegiada al aprender la literatura de la antigua Grecia con él. Aún recuerdo su gesto al hablar de cómo Paris disparó una flecha. Lo recuerdo llevando su mano a la espalda como si estuviera tomando una flecha del carcaj (aljaba), colocándola en un arco imaginario que para mí era muy real, tensando la cuerda y soltando la flecha que sin duda fue a para al talón de Aquiles. Hace algunos meses, en un seminario de Metodología de la Enseñanza de la Lengua Japonesa, hicimos un ejercicio donde cada participante debía hablar sobre el profesor que más recordaba y la razón de ello. Yo escribí sobre él. Mi primera carrera fue Idioma Ruso y Literatura. Mi especialidad, Literatura Rusa del siglo XIX. Hasta el día de hoy es la Literatura una de mis más fuertes pasiones.

Ernesto Rocamora es ingeniero hidrogeólogo. Como parte de los círculos de interés a los que asistíamos (él por interés hacia el tema y yo por estar junto con él) el Círculo de Interés de Geología sentó las bases para su elección de futuro. Las profesionales clases teóricas del profesor Montejo muy bien calzadas con las clases prácticas, definieron la orientación profesional de la vida de mi esposo. La visita a la cueva de García Robiu en Catalina de Guines donde por primera vez pude admirar una de las maravillas de la naturaleza. Una gran columna formada por la unión de una estalagmita y una estalactita (nunca he sabido cual es la que se forma desde el techo de la cueva y cual la del piso) en el medio de un inmenso salón de la cueva que brillaba al choque de los haces de luz de las linternas. Nunca había visto belleza semejante. Aún recuerdo la sensación al colocar la palma de mi mano sobre aquella superficie lisa, húmeda y fría. La cueva de los pájaros de Tarará donde un cangrejo ciego me dejó un recuerdo en la pantorrilla. Para mí fueron experiencias y vivencias que nunca he olvidado, pero para Rocamora era el inicio de su carrera profesional. Luego de concluir su carrera en la URSS y regresar a Cuba, se incorporó al Grupo de Espeleología “Martel” y durante muchos, muchos años, mientras cupo por los estrechos corredores de las cuevas, fue miembro activo de las expediciones. La cartografía de la Gran Caverna de Santo Tomás, la preparación en la Escuela de Espeleología donde en más de una ocasión trabajó como profesor, la participación en los “Bastiones” donde lo mismo hacían el papel de enemigos que recorrían todo Playa a través de los alcantarillados y …todo este espíritu comenzó en los años de la Lenin.

Quizás se puede escribir muchísimo más de los que hay en nosotros de la Lenin, pero bueno, yo termino aquí.

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