Seida Barrera Rodríguez

Seida Barrera Rodríguez
Años de estudio: 1996-1999
Graduación Aniversario: XXV Aniversario

Estudios realizados:
Licenciatura en Derecho, operadora de micro e idiomas (inglés, italiano y francés)

Profesión actual:
Técnica en Computación y Profesora SUM Playa

La Lenin para mí fue una de las canteras de amistad y estudio más fuertes que he conocido. Allí aprendí el sentido de la verdadera modestia, a quitarme el sombrero ante personas que lograban no perderse nada entre matutinos, la pareja, festivales, conciertos, y luego sacaban 105 en los exámenes cuando yo tenía que sudar duro y sacrificar mi tiempo libre, para obtener una nota mediocre comparada con el nivel que se imponía.

Quien saliera de nuestro instituto creyéndose cosas luego de haber visto tanto ingenio (y no solo forjado por la necesidad), puede comenzar a considerarse tonto. Los superficiales poco importaban, eran aplastados por la moda que barría cualquier intento de sobresalir: el lema era “cuanto más desbaratado mejor”, las blusas y camisas superusadas y anchas tipo bataola, el monograma desteñido en cloro para envejecerlo, pantalones y sayas a la cadera, botas… si algo lograba brillar era empañado por las miradas acusadoras de la plebe. Eso sí, los buenos libros y CD’s de música eran muy apreciados, y el dinero se gastaba en ellos sin condiciones, y alguno que otro suspiró por las ediciones de tapa dura o los discos profesionales que ciertos “posis” (bichos con dinero) mostraban orgullosos.

Los amigos fueron el oasis perfecto, verdaderamente entrañables, algunos de ellos los conocía de niña, y a ellos se sumaron otros entre alumnos y profesores. Recuerdo con especial cariño a Marta Cambet, nuestra profesora de inglés, por lo mucho que nos enseñó desde el punto de vista intelectual y emocional, algo en lo que ella era y es especialista por el cariño y la pasión que le ponía y aún le impregna a todo lo que toca.

Yo detesté la beca, siempre lo hice. A pesar de lo mucho que aprecio el cambio nunca me acostumbré al agua fría, las bajas temperaturas y los descuidos propios de la adolescencia. No era como otros que no querían ni oír hablar del pase, y en 12mo se morían de nostalgia sin haber finalizado el año, quizás alguien más quisiera referirse al tema, pero yo siempre vi la beca desde fuera, como un proyecto para ser consolidado en la madurez, y cuanto antes terminara mejor.

Las condiciones de vida no fueron las mejores, pero tampoco vivimos los primeros y más duros años del período especial, y apartando todo eso, fue la época en que comimos pavo más sistemáticamente producto de una donación del Consejo de Estado. Por favor, disculpen el trauma y recuerden el precio de una pechuga en divisas (oración solo para curiosos o masoquistas que no hayan pasado de largo por la nevera de una tienda riendo, descontando los perritos). Los viejos problemas hidráulicos de los edificios hicieron mella sobre todo en las chicas. Estuvimos 2 años en un albergue al que no llegaba agua, por lo que imagínense los malabares para conseguirla, pasando por las zalamerías con los varones a la hora de limpiar. Considerando el agua hervida una broma, las oleadas de desarreglos estomacales se sucedían con frecuencia, y en una ocasión tuvimos un pase adelantado por esta causa, aleluya, con todo y la farmacia del último bloque, que no pudo dar abasto.

No hay duda de que las vocaciones formadas o consolidadas en nuestra escuela fueron muy fuertes. Existieron los indecisos, aún aquellos que abandonaron sus carreras para buscar opciones más lucrativas, pero al llegar a la Universidad , era como estar en casa de nuevo, estábamos casi todos ahí llenando las aulas, bailando casino, haciendo deporte, participando en los Festivales de aficionados o en los Juegos Caribe. Que estudiábamos estaba claro, pero bueno, eso era ya otra diversión, luego de haber pasado por un pre con tan buenos profesores y terminar en una carrera de letras, que además se considera Deporte del Pueblo, no era de extrañar que fuera una de las más entusiastas de la Plaza Cadenas o Agramonte, amén de otros lugares.

¿Qué más decir que no sea muestra de loa y orgullo? Mi relación de amor – odio con la Lenin perdura hasta hoy, si no pregúntenselo a los pocos que quedamos en Cuba y nos reunimos (cuando logramos ponernos de acuerdo) los 6 de marzo en el Cañonazo, conmemorando nuestro encuentro con ella.

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